Cuando comencé a elegirme
Hubo un día en que dejé de mendigar amor y empecé a darme lo que merezco. No desde la arrogancia, ni desde la autosuficiencia aislada, porque sé que la vida se teje con otros hilos, con vínculos, con historias compartidas. Pero sí desde la profunda convicción de que merezco tratarme con respeto, con ternura y con verdad.
Ese día, elegí no asistir a una reunión que no deseaba, o a una junta familiar donde mi presencia no era auténtica. Me regalé un «sí» a mí misma. A lo que realmente quería. Y en ese instante, algo empezó a cambiar. No afuera, sino adentro.
El poder de observar mis pensamientos
Comenzar a observar mis pensamientos fue como prender una linterna en una habitación que llevaba años a oscuras. Descubrí cuánto me perdía en bucles mentales, juicios silenciosos, expectativas disfrazadas de realidad.
Esperaba algo de los demás y cuando no sucedía, me frustraba. Pero con el tiempo comprendí: no era el otro, era mi mente idealizando, construyendo castillos sobre la arena movediza de la ilusión.
Entonces llegaron preguntas poderosas:
¿Qué gano juzgando?
¿Qué podría elegir en vez de quedarme en la queja?
¿Qué estoy dispuesta a hacer para salir del estado de víctima?
Todos, en algún momento, caemos en el victimismo o en el desánimo. Y está bien tener días oscuros. Lo importante es no quedarnos ahí. Elegirme implicó hacerme responsable de cómo me sentía, de lo que me decía, de lo que permitía. Cada situación trae un mensaje. Nada es casual. Solo que a veces, estamos tan centrados en lo que falta, que no logramos ver el regalo oculto en lo que ya está.
Reconocer el vacío, crear nuevos caminos
Una de las mayores revelaciones fue identificar ese vacío interno que me acompañaba en silencio. No sabía de dónde venía, pero comencé a escucharlo.
Empecé a elegir con más consciencia:
Busqué un hobby que despertara mi creatividad, y encontré en la pintura un espacio para expresar lo que no sabía decir con palabras. A través de los colores, pude liberar emociones, tocar mi alma, reencontrarme con partes de mí que había olvidado.
Mi primera obra la titulé Renacer. Porque eso fue lo que sentí.
Renacer desde otro prisma.
También empecé a meditar, a hacer visualizaciones guiadas y a leer en mis trayectos diarios. Cada libro fue una semilla que nutría mi mente y mi corazón. Si estás empezando con la lectura, hazlo desde tus intereses, tus gustos, lo que hoy te llama. El hábito crecerá contigo.
Además, cada noche escribía cómo me sentía y agradecía tres cosas del día. Algo tan simple, tan cotidiano, transformó mi forma de ver la vida. Porque cuando comienzas a agradecer, te das cuenta de lo mucho que ya tienes. Y ese cambio de foco es transformador.
Elegirme fue aprender a agradecer lo que sí hay
Observar mis emociones a través de la pintura, nutrirme con lectura, escribir lo que sentía… todo eso me llevó a reconocerme: tenía buena salud, dormía bien, tenía sueños por cumplir, y sobre todo, el coraje de seguir creciendo.
Empecé a ver mi valentía. A darme crédito por cada paso, por cada elección distinta, por cada «sí» que me daba. Por años, no lo había notado. Pero ahí estaba. Siempre estuvo.
El regalo detrás del vacío
En este proceso, entendí que el vacío no era enemigo, sino un guía. Me llevó a explorar nuevas partes de mí, a ampliar mi visión, a abrazar mis emociones.
Y comprendí algo que hoy quiero dejarte:
Los momentos más oscuros pueden ser portales hacia tu mayor luz.
Si decides no quedarte atrapado en el «pobre de mí», siempre encontrarás opciones. Siempre habrá salidas si estás dispuesto a verlas.
Una invitación para ti
Si hoy estás atravesando una etapa difícil, una crisis personal, o simplemente te estás replanteando muchas cosas, tal vez esta sea la oportunidad de darle un nuevo sentido a tu camino.
Te invito a preguntarte:
¿Qué emoción dominaba tus días?
¿Qué palabras te repites a ti mismo?
¿Qué vino a enseñarte esta experiencia?
¿Crees que sin ese momento habrías comprendido lo que ahora sabes?
¿Podrías agradecer ha esta vivencia, por haber sido la puerta de regreso a ti?
Cada experiencia trae consigo un mensaje. Si algo se repite en tu vida, no es castigo, es un llamado. Un mensaje que espera ser escuchado. Y tú eres quien puede descubrirlo.
Siempre estás a tiempo de detenerte, observar, comprender… y continuar, pero desde un lugar más claro, más tuyo, más verdadero.
Con amor,
Ingrid B.
¿Resonó este texto contigo?
Tal vez sea momento de iniciar un viaje más profundo hacia ti. En el curso Verde Esmeralda trabajamos esto desde el amor, la responsabilidad y el reencuentro con tu niño o niña interior.
Revisa aquí los detalles del curso:
👉 Verde Esmeralda