Durante mucho tiempo pensé que el vínculo con mi madre era perfecto. Todo parecía estar bien. Pero fue cuando comencé a trabajar mi interior que entendí algo esencial: estaba observando nuestra relación desde mi versión adulta, desde la razón, sin mirar el dolor y las necesidades que nacieron en mi infancia.
Y más allá aún… me di cuenta de que nunca había conocido verdaderamente la historia de mi madre. ¿Quién era ella antes de ser madre? ¿Qué soñaba? ¿Qué heridas llevaba? Esa pregunta lo cambió todo.
Mi experiencia y camino recorrido
Vivía a seis horas en bus de ella. Hablábamos poco. Muy poco. Y en esa distancia cómoda, me repetía: “nos llevamos bien”. Pero ¿realmente nos llevábamos bien? ¿O simplemente no hablábamos?
Así nació mi decisión de viajar y observar con más consciencia: ¿cómo me sentía hablando con mamá?, ¿qué tanto la conocía de verdad? Comencé a hacerle preguntas simples, profundas: sobre su infancia, sus sueños, su adolescencia, la pérdida de su madre a los 17 años, sus primeros embarazos… Cada respuesta abría una nueva capa de comprensión en cada vivencia. Me di cuenta de que nunca nos habíamos sentado realmente a conversar. Ese fue el verdadero inicio de nuestra relación madre-hija.
Con el tiempo comprendí algo vital: las preguntas abren caminos donde antes solo había juicio o silencio. Y desde ese espacio, comencé a ver el mundo interno de mi madre.
Mamá nos crió para ser fuertes, independientes, prácticas. Nunca dijo “no puedo”, siempre buscaba una solución. Su manera de afrontar la vida era una lección silenciosa de acción y temple. Estaba al servicio de su familia incluso en su cansancio. La recuerdo en pie, incansable, cuidando todo y a todos, excepto a sí misma.
Descubrí que su historia era también la mía. Era una extensión de su árbol. Y en esa conexión invisible comencé a ver reflejos míos: el no detenerme nunca, el evitar descansar, el creer que debía poder con todo sola.
Y entonces algo dentro de mí comenzó a tener sentido.
Vi a mi madre como mujer. Como hija. Y entendí que sanar el vínculo con ella era, en el fondo, sanar mi relación conmigo misma.
El legado que no sabía que había heredado
Mamá me enseñó con sus actos —no siempre de forma consciente— que nutrir, sostener y servir eran formas de amar. Pero también que muchas veces olvidamos nuestro propio cuidado. Su forma de vivir me llevó a comprender que yo también podía perderme en los roles si no despertaba.
Por eso, desde el amor, decidí hacer distinto:
- Si ella no se permitía descansar, yo sí me daría ese permiso.
- Si no se alimentaba bien, yo aprendería a nutrirme desde la conciencia.
- Si no expresaba sus emociones, yo abriría espacios para sentir.
Y cada vez que algo de ella me dolía, me hacía ruido o me molestaba, comencé a preguntarme:
✨ ¿Por qué me molesta esto?
✨ ¿Qué me refleja de mí?
✨ ¿Qué emoción se activa en mí?
✨ ¿La he sentido antes? ¿Dónde?
✨ ¿Qué me viene a enseñar esta incomodidad?
Sanar no es buscar culpables, es comprender desde la observación consciente que detrás de cada comportamiento hay una historia por descubrir. Y con esa comprensión, vino la compasión.
Hoy te hago una invitación a mirarte con amor
Hoy te invito a que mires tu vínculo con mamá. No desde la crítica o la culpa. Sino desde el deseo profundo de entender y liberarte. Porque cuando una hija o hijo sana ese lazo, abre la puerta a una nueva vida emocional, a una identidad más auténtica.
💌 Te comparto una práctica que me ayudó profundamente:
🌷 Carta a mamá
Escríbela con honestidad, sin juicios. Solo tú la leerás. Exprésate desde tu niña o niño interno. Reconoce tu dolor, tu nostalgia, tu necesidad de ser vista, contenida, celebrada.
Instrucciones:
- Escríbela a mano.
- Léela tres veces (en voz alta, en susurro y en silencio).
- Luego, quémala, entiérrala o tírala al agua.
Aquí una guía para empezar:
Querida mamá (…nombre…)
Hoy reconozco verdades que marcaron mi infancia y que durante mucho tiempo negué o minimicé…. (sigue tu)
Hubo momentos donde me sentí sola, no escuchada, no vista… (enumera y escribe los detalles)
Me dolió tu silencio, tus burlas, tus comentarios…(¿En que momento te sentiste así? ¿Qué edad tenías?)
Me dolió no tener tu abrazo cuando más lo necesitaba. Recuerdo…. Continúa tu..
Hoy reconozco todo esto, no para culparte, sino para liberarme.
Porque elijo dejar de cargar lo que no me corresponde.
Porque quiero amarte libre de expectativas, y amarme sin condiciones.
Gracias por ser mi espejo. Gracias por mostrarme lo que hoy decido transformar.
Hoy yo elijo sanar.
Hoy entiendo que lo que un día esperaba de ti; me lo puedo entregar yo mismo o misma.
Gracias por caminar antes de que yo y mostrarme el camino de regreso a mi.
Gracias, gracias, gracias!
Con amor,
Ingrid B.
🌀 Si este texto resonó contigo, tal vez sea momento de iniciar un viaje más profundo.
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