Hablando del Ser Esencial – Tu Niño Interior
Tu niño interior habita en ti… y en cada ser humano. Creas o no en esta visión de la vida, esto no cambia su existencia. Es muy parecido a cómo operan las leyes universales: no necesitas creer en ellas para que funcionen. Simplemente rigen la creación. Así lo comprendí cuando conocí la Ley de Correspondencia (una de las 7 leyes universales) y su frase:
“Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba. Como es adentro, es afuera; como es afuera, es adentro.”
¿Y si llevamos esta frase a nuestra vida cotidiana? Todo lo que nos incomoda dentro, se proyecta fuera como obstáculos, conflictos o relaciones desafiantes. Esta ley también se refleja en nuestro niño interior, quien guarda los programas emocionales y mentales que se grabaron principalmente entre los 0 y 7 años: aquello que quedó registrado en el subconsciente, que representa aproximadamente el 95% de nuestra mente. Es desde ahí que se activan gran parte de nuestras emociones, reacciones y patrones, muchas veces de forma automática.
Entonces, quizás te preguntes:
¿De qué me sirve saber esto? ¿Cómo cambia mi vida?
Si hoy reaccionas o sobre reaccionas ante ciertas situaciones con rabia, tristeza, frustración o pena… te invito a preguntarte:
¿A todos les afecta igual esta situación?
Probablemente no. Eso se debe a que cada persona reacciona según su historia, sus recuerdos infantiles, sus experiencias tempranas. A veces basta un tono de voz, una palabra, un aroma o la postura corporal de alguien —especialmente si tiene cierta jerarquía sobre ti— para activar una respuesta interna de alerta. Como si tu cuerpo dijera: “Estoy en peligro”. Y reaccionas, huyes, atacas, te bloqueas… sin darte cuenta de que solo estás repitiendo lo que una vez aprendiste para sobrevivir emocionalmente.
Yo misma fui notando estos patrones:
- Me cohibía de opinar, aunque sabía que debía hacerlo.
- Escapaba de los silencios incómodos porque me parecían violentos.
- No lograba decir que NO, y terminaba diciendo que sí para evitar conflicto.
- Ante la sensación de peligro, optaba por desaparecer: renunciaba, me alejaba sin explicaciones, me cerraba emocionalmente.
No era falta de interés en las personas, al contrario. Pero había aprendido que “llorar está mal”, “no seas vulnerable”, “no cuestiones a la autoridad”. Así, incluso en las despedidas más emotivas, nunca me permitía llorar. Solo decía: “Gracias, los voy a extrañar”, mientras por dentro me rompía en llanto.
Con el tiempo entendí que todos esos “sistemas de alerta” eran heridas infantiles no sanadas. Y cuando decidí asumir mayores responsabilidades laborales, esos miedos se activaron con más fuerza. No sabía cómo enfrentarlos, pero algo dentro de mí me impulsó a comenzar. Porque a veces no necesitas saber cómo, solo necesitas tener la voluntad de comprenderte.
Fue así como llegué al concepto del niño interior. Esa parte de ti que muchas veces no recuerda nada, que parece lejana o incluso inexistente. En mi caso, tenía recuerdos muy vagos. Sin embargo, cuando comencé el camino, todo empezó a cobrar sentido. A los 27 años hice por primera vez un trabajo profundo con mi niña interior. Hoy, a mis 35, he repetido ese proceso cuatro veces, y cada vez ha sido más transformador. Desde que la abracé, dejé de sentirme sola, incomprendida y desconectada del mundo. Comencé a hablar de mis procesos, y la vida empezó a fluir.
Recuerdo que, desde pequeña, accedía a recuerdos de vidas anteriores, pero no recordaba mi primera infancia. Eso me intrigaba. ¿Cómo podía conectar con memorias tan lejanas, y no con las más cercanas? Esta pregunta me llevó a estudiar hipnosis y regresiones. Fue ahí donde descubrí el poder del subconsciente… aunque no lo relacionaban directamente con el niño interior, sí hablaban de traumas. Eso me abrió la mente, y con el tiempo, el corazón también.
Comprendí que el niño interior guarda memorias profundas. Y que aunque su esencia es amorosa y libre, muchas veces está herido, desconfiado y lleno de muros para protegerse. Nuestra parte adulta necesita reconstruir el puente hacia él, paso a paso, con amor, paciencia y coherencia. No basta con decir “te amo”; hay que demostrarle que lo cuidaremos esta vez. Que esta vez no estará solo.
El día que entendí que el niño interior es la llave para resignificar el pasado, limpiar memorias y recuperar nuestra esencia… ese día supe que mi camino sería diferente. Que ya no lucharía conmigo misma. Que no me dejaría arrastrar por pensamientos que no me pertenecen. Porque el niño interior no vive en la mente lógica; habita en el cuerpo, en las emociones, en lo que sentimos incluso antes de pensarlo.
Comencé esta travesía interna a los 24 años sin saber cuánto duraría. Hoy, escribiendo estas líneas, me doy cuenta de que no hay un final. Solo un camino que se recorre con entrega, donde todo —absolutamente todo— termina teniendo sentido.
Estudié mi historia familiar, reviví mi infancia, cuestioné mis creencias. Cada vez que pensaba abandonar, me recordaba:
“Esto tendrá sentido. Vamos bien. Confía en ti.”
Y al final, así fue. Todo ha tenido sentido. Porque me ha llevado a un lugar de mayor paz, plenitud y comprensión, incluso cuando afuera el mundo parece ir en otra dirección.
Hoy sé que nadie puede quitarme esa paz, porque es mía. Y también entendí que apagar la televisión fue una de las mejores decisiones que tomé: dejé de sumergirme en realidades que no eran mías. Me dijeron que vivía en una burbuja… pero esa burbuja resultó ser mucho más real que cualquier pantalla. Porque era mi vida. Y para eso vinimos: a vivirla, no a perdernos en la de otros.
Hoy quiero recordarte esto:
El trabajo con el niño interior te invita a:
- Amarte y respetarte.
- Aprender a decir que no, aunque duela al principio.
- Abrazar tus luces y tus sombras.
- Comprender que no hay errores, solo caminos.
- Elegirte a ti por sobre todos.
Este trabajo transformó mi vida, y por eso hoy lo comparto. La autoestima no se consigue de un día para otro, se cultiva todos los días. El amor propio se practica, especialmente cuando más lo hemos olvidado. Y nadie conoce tus batallas como tú.
Así que, si estás leyendo estas líneas, quiero decirte:
Tu niño interior no es un concepto pasajero. Es una parte viva dentro de ti. Y solo tú puedes hablarle, comprenderlo y abrazarlo.
Eres libre desde el momento en que decides mirar una herida y dejar de defenderte de ella. No necesitas entenderlo todo ahora. La comprensión llegará… con el tiempo, con el corazón abierto.
Gracias por estar aquí.
Te amo.
Ingrid B.
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¿Y si lo que estás buscando fuera reencontrarte contigo?
Detrás de tus dudas, miedos y bloqueos… hay una parte de ti que aún espera ser vista, escuchada y amada.
En el próximo blog, te comparto una parte muy íntima de mi historia: cómo el enfrentar el vacío interior cambió mi vida.
Tal vez, al leerlo, empieces a recordar tu camino 💫
GRACIAS